lunes, 8 de octubre de 2012

Desorientada

Así me siento desde que me levanto hasta que me acuesto, todos los días, incluso los festivos.
Tengo el horario infantil desde que mi pequeño va al centro educativo (que no guardería), lo que significa que a  las 8 de la mañana (que pa mí es madrugar, eh??) ya tengo el ojo abierto, y en lo que me espabilo mi cerebro intenta discernir si es domingo o el fatídico lunes. 
Una vez que medio asimilo que la semana empieza, con las legañas puestas y el pelo de punta, me dispongo a tender la ropa con la esperanza de que ningún vecino vea mis pinticas. Y luego, a la carrera, ducha, prepara desayuno, despierta a la fiera y al padre de la criatura, (que no es moco de pavo) y venga a meter prisas “Que no llego, que no llego!!!”. 

Mi niño desayuna plácidamente su bol de leche con galletitas mientras ve Pocoyó en la PDA de papi, ufano él sin ser consciente de que el tiempo nos pisa los talones y de que su abnegada mamá tiene pánico, si, pánico, a llegar tarde. 
Luego, cuando nos hemos peleado ambos progenitores para meter al nene en la silla de la bici (ya que como toda mamá friki que se precie, llevo a la criatura en bicicleta) cojo el turbo camino del cole cantando a grito pelao el Don Pepito, La Gallina Turuleca o cualquier otra que me pida el público para mantenerle entretenido y que no se de cuenta (ilusa de mí) de adonde vamos.
 

Mi F1 tuneao

Una vez llegamos, mi niño empieza a gimotear, (cosa que no entiendo, porque una vez dentro se lo pasa pipa y luego sale el último) y me toca dorarle la píldora “Si te lo pasas genial, tienes el patio con el arenero, sitio para correr ...” y cuando se da cuenta de que no le va a comer el coco, cuelga su cazadora y su casco, me da un besito, y ya en brazos de la educadora, me dice adiós. 
Ya respiro tranquila, uff.
          
Sigo con la cuarta metida para llegar pronto a la tienda (así me piro pronto también) y allí me espera un taco de facturas, albaranes y papelotes administrativos varios (yupii)
Con la misma sensación de desoriente, paso a recoger a mi hijo, pensando por el camino si compro el pan o saco a descongelar un trozo y cuando se abren las puertas del centro me le encuentro con mocos secos en la cara, pintura de dedos en el chándal y una sonrisa de oreja a oreja.     

Toi pintando

Vuelta a la bici: " Que hago de comida hoy??, esa carne empieza a oler un poco, así que la haré antes de que nos intoxiquemos...con eso, una patatas fritas y ensalada ya lo tengo!!!" 
Llego a casa, saco las llaves, abro la puerta, guardo las llaves, cojo las llaves otra vez, saco las cosas de las alforjas, cierro, abro otra vez, cojo otra cosa que se me había olvidado "Dónde he metido las llaves?" abro la puerta y suelto a la fiera a su hábitat natural.

Preparo la carne "sospechosa" que bien acompañada está hasta buena, dejo al nene durmiendo la siesta y aprovecho un ratito para mí.
Se levanta, de mal humor  y sudando como un pollito, pero cuando le digo que vamos al parque o a ver a su abuela, le cambia la cara.
Ya a la hora de irnos, me toca volverme a pelear con el para meterle en la bici, porque no se quiere ir, y esta vez me toca cantar la melodía de "Patt el cartero" para amenizarle el regreso. 
Cena, pijama, e intento de dormirle mientras su padre me espera para jugar al Fallout en la Play (papás frikis, remember). Una vez dormido y yo agotada del todo, pienso como una madre y digo "Es la primera vez que me siento en todo el día!"       

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